Semana 17/3 - 3° grado
El
hijo del elefante
En
tiempos remotos, hijo mío, el elefante no tenía trompa. Sólo poseía una nariz
oscura y curvada, del tamaño de una bota, que podía mover de un lado a otro
pero con la que no podía agarrar nada. Existía, también, otro elefante, un
nuevo elefante, hijo del anterior, que tenía una insaciable curiosidad por
todas las cosas, lo que significaba que, en todo momento, estaba haciendo
preguntas. Vivía en África y a todos molestaba con su insaciable curiosidad.
Preguntaba
a su alta tía, el avestruz, por qué le crecían las plumas de la cola, y su alta
tía lo apartaba con un golpe de su larga pata. Preguntaba a su otra tía,
también alta, la jirafa, cómo le habían salido las manchas en la piel, y su
esbelta tía jirafa lo empujaba con su durísima pezuña. Pero seguía lleno de su
insaciable curiosidad. Molestaba también con sus preguntas a su rechoncho tío
el hipopótamo para saber por qué tenía los ojitos tan rojos, y su rechoncho tío
lo pateaba con su enorme pata. Y preguntaba igualmente a su peludo tío, el
mandril, por qué eran tan ricos los melones, y su peludo tío mandril le daba un
coscorrón con su mano peluda.
Pero el elefante seguía lleno de su insaciable
curiosidad. Hacía preguntas de cuanto veía, oía, olía o tocaba.
Una
espléndida mañana al comienzo del verano, el hijo del elefante hizo un pregunta
que hasta entonces no había formulado: -¿Qué come el cocodrilo?
Su
padre y su madre lo hicieron callar con un “¡Chist!”. Pero el elefante fue al
encuentro del pájaro Kolokolo que estaba posado en la rama de un espino.
-Mi
padre y mi madre me han castigado y también todos mis tíos- le dijo el
elefante- por mi insaciable curiosidad; pero a pesar de todo quisiera saber qué
come el cocodrilo.
El
pájaro kolokolo le contestó con su voz quejumbrosa:
-Vete
a las orillas del gran río Limpopo, que tiene las aguas verdosas y grises y
corre entre los altos árboles, y allí lograrás saber lo que quieres.
A la
mañana siguiente, el hijo del elefante tomó gran cantidad de melones para el
viaje y se despidió de todos sus familiares.
-Adiós- les dijo-. Me voy hacia el gran río
Limpopo, que tiene las aguas verdosas y grises y corre entre los árboles, para
ver qué come el cocodrilo.
Y
luego se puso en marcha. Iba comiendo melones y cuando caía la cáscara la
dejaba en el camino. Has de saber, hijo mío, que hasta aquel día el curioso
hijo del elefante jamás había visto un cocodrilo y no sabía cómo era.
Lo
primero que encontró fue una serpiente boa de dos colores, enroscada en una
rama.
-Perdone usted -le dijo el elefante con muy
buenos modales-, ¿ha visto usted por estas regiones una cosa llamada cocodrilo?
A su
vez, la serpiente boa de dos colores le preguntó:
-¿Y
qué querrás saber luego?
-Perdone usted- le contestó el hijo del
elefante-, ¿Podrá usted decirme qué come el cocodrilo?
La
serpiente boa de dos colores se desenroscó de la rama y le dio un empujón con
la punta de su cola. Siguió entonces el elefante su camino, iba comiendo
melones y cuando se le caía la cáscara la dejaba en el camino.
Por
fin, tropezó con un tronco caído, junto a las aguas verdosas y grises del río
Limpopo. Pero aquello, hijo mío, no era ni más ni menos que el cocodrilo, y el
cocodrilo guiñó un ojo.
-Perdone
usted -le dijo el elefante con muy buenos modales-, ¿ha visto usted por estas
regiones una cosa llamada cocodrilo?
El
cocodrilo hizo un guiño con el otro ojo y levantó un poco la cola que tenía
hundida en el barro. El hijo del elefante se echó atrás rápidamente pues no
quería que nadie volviera a golpearlo.
-Ven aquí, pequeñuelo- le dijo el cocodrilo-.
¿Por qué preguntas eso?
-Perdone
usted -le dijo el elefante con muy buenos modales-, pero mi padre, mi madre,
mis tías el avestruz y la jirafa, mis tíos el hipopótamo y el mandril, y
también la serpiente boa de dos colores, me han pegado por mi insaciable
curiosidad. Por eso, no quisiera recibir más azotes. -Ven aquí, pequeñuelo- le
dijo el cocodrilo-, pues el cocodrilo soy yo-.
Empezó
entonces a derramar lágrimas de cocodrilo para demostrar que era verdad lo que
afirmaba.
El
hijo del elefante se arrodilló en la orilla del río.
-Usted es la persona a quien he estado
buscando durante tantos días- le dijo-. ¿Quiere usted decirme qué es lo que
come?
-Acércate
un poco más, pequeñuelo- insistió el cocodrilo-, y te lo diré al oído.
El
hijo del elefante puso la cabeza junto a la boca colmilluda del cocodrilo y el
cocodrilo lo agarró por la naricita que, hasta aquel día, tenía el tamaño de
una bota.
-Creo-
dijo el cocodrilo (y lo dijo entre dientes...), creo que empezaré tragándome...
¡al hijo del elefante!
El
hijo del elefante le dijo (con la nariz tapada): -¡Suélteme que me lastima!
La
serpiente boa de dos colores se deslizó hacia la orilla del río.
-Amiguito-
dijo-, si no tiras hacia atrás enseguida, con todas tus fuerzas, creo que esa
bestia que acabas de conocer te llevará de un tirón antes de que puedas decir
¡ay!
Entonces,
el hijo del elefante afirmó en el suelo sus pequeñas posaderas y tiró y tiró y
volvió a tirar con toda su alma, hasta que su nariz empezó a alargarse. Y el
cocodrilo daba coletazos en el agua haciendo espuma, y seguía tirando y
tirando.
La
nariz del hijo del elefante siguió alargándose más y más; el pequeño ponía muy
tiesas sus cuatro patas y tiraba y tiraba.
La
serpiente boa de dos colores llegó hasta el agua, se enroscó con doble vuelta
en las patas de atrás del elefantito, diciendo:
-Caminante
curioso e inexperto, vamos a ayudarte un poquito...
Tiró,
pues, ella también y, al fin, el cocodrilo soltó la nariz del elefante con un
“¡chap!” que se oyó desde muy lejos. El hijo del elefante tuvo buen cuidado de
dar las gracias a la serpiente boa de dos colores e, inmediatamente, envolvió
su nariz en cáscaras de banana y la sumergió en las aguas verdosas, grises y
frescas del río Limpopo. Pero la nariz no se le acortó ni un poquito. -¡Ya
verás que te conviene!-, dijo la serpiente boa de dos colores.
En ese
momento, una mosca se posó en el lomo del elefantito y, casi sin darse cuenta,
levantó la trompa y espantó a la mosca.
-¡Primera
ventaja!-, comentó la serpiente boa de dos colores.
El
hijo del elefante sintió hambre. Alargó la trompa y agarró un buen manojo de
hierbas, lo sacudió para quitarle el polvo y se lo llevó a la boca.
-¡Ventaja
número dos!-, exclamó la serpiente boa de dos colores.
-Así
es-, dijo el elefantito. Y como tenía calor, sin pensar lo que hacía, sorbió
una buena cantidad de barro de la orilla del río Limpopo, de aguas verdosas y
grises, y lo derramó por su cabeza donde el barro formó un fresco sombrerito
que le hacía cosquillas en las orejas.
-¡Ventaja número tres!-, dijo la boa.
-Bueno- dijo el elefante-, ahora me vuelvo a
casita.
Y
regresó a su lugar balanceando continuamente la trompa. Cuando quería comer
alguna fruta, la arrancaba del árbol en vez de esperar a que se cayera, como
antes. Además, en los momentos en que se sentía muy solo, cantaba por su trompa
y metía un ruido que se escuchaba por las grandes llanuras de África. Durante
todo el viaje se dedicó a recoger todas las cáscaras de melón que él mismo
había tirado, porque era un paquidermo muy limpito.
Cierto
atardecer, llegó a su casita, curvó la trompa hacia arriba y dijo:
-¿Cómo
están todos? Se alegraron mucho al verlo pero dijeron enseguida:
-Mereces
un castigo por irte tan lejos y por lo que has hecho con tu nariz.
-¡No!-,
exclamó el elefantito y, alargando la trompa, con un par de empujones, dejó
tendidos a varios de sus hermanos.
Después
de unos días, los otros elefantes descubrieron que la trompa resultaba muy útil
y uno tras otro, a buen paso, marcharon hacia las orillas del río Limpopo, de
aguas verdosas y grises, que corren entre los árboles. Cuando regresaron, ya
nadie se dedicó a golpear ni a empujar; y desde aquel día, hijo mío, todos los
elefantes
-los
que verás en la vida y los que no podrás ver tienen una trompa exactamente
igual a la de aquel elefantito insaciablemente curioso.
RUDYARD
KIPLING Escritor y poeta. Bombay, 1865 – Londres, 1936. Cuando Rudyard era un
niño montó un elefante y, más de una vez, pudo ver con sus propios ojos al
cocodrilo y a la boa de dos colores. Era inglés, pero vivó en Bombay, una
inmensa cuidad de la India. A los seis años debió viajar a Inglaterra con sus
padres para comenzar la escuela. Y el pequeño Rudyard se sintió la persona más
triste del mundo. Muchos años después, revivió los recuerdos de su infancia en
dos libros apasionantes: El libro de la jungla y Kim de la selva. También
escribió bellos poemas y una serie de cuentos sobre animales, dedicados a su
hija mayor que vivía en Estados Unidos y jamás había estado en la India. Muchos
chicos conocen algunos de los relatos de Rudyard Kipling porque Walt Disney los
convirtió en dibujos animados.
Después
de la lectura:
1)
¿Cómo se describe en el cuento la nariz de los elefantes que vivían en los
tiempos remotos?
2) El
pequeño elefante era muy curioso, tenía muchas preguntas acerca de todo lo que
lo rodeaba. Sin embargo, los adultos como la tía avestruz, la jirafa, el tío
hipopótamo, el mandril y los papás de este pequeño elefante parecen no estar
muy felices con su curiosidad. ¿Qué actitud asumen comúnmente estos adultos,
cada vez que el pequeño elefante les hace alguna pregunta? Justificá tu respuesta
con ejemplos del texto.
3)
¿Qué te parece la esta actitud de los animales?
4) El
texto dice,
“(…) Después de hablar con el pájaro Limpopo,
tomó una gran cantidad de melones para el viaje y se despidió de sus
familiares.” Si el elefante no tenía una trompa, sino solo una nariz, ¿cómo
habrá logrado agarrar los melones que llevó al viaje? Imaginá qué acciones tuvo
que realizar para conseguirlo.
5) Por
qué se podría decir que el pájaro Kolokolo se comportó de manera distinta a los
otros tíos del pequeño elefante?
6)
¿Cuáles crees que eran las cualidades que hacían del pequeño elefante un animal
tan especial? Apoyá tu respuesta con fragmentos del cuento.
7)
¿Por qué se podría afirmar que la boa bicolor se comportó bien con el pequeño
elefante?
8) El
texto dice: “Después de unos días, los otros elefantes descubrieron que la
trompa resultaba muy útil y uno tras otro, a buen paso, marcharon hacia las orillas
del río Limpopo, de aguas verdosas y grises, que corren entre los árboles”.
¿Qué crees que fueron a hacer los otros elefantes al río Limpopo?
9)
¿Qué ventajas descubrieron los otros elefantes en tener la trompa larga?
10)
Dibujo